No hay una fórmula universal para afrontar el duelo inesperado. Después de todo, es una contradicción «afrontar» algo que no te esperas. No obstante, desde la psicología se han establecido ciertas pautas generales para el alivio del dolor y una superación del mismo en el largo plazo.
Lo primero es entender cuáles son las etapas del duelo:
- Aceptación. Nuestro ser querido ya no está presente en este mundo. Se ha ido para siempre y es una realidad que no podemos eludir. La primera etapa para afrontar un duelo inesperado es la aceptación de la pérdida.
- Distracción. El trabajo, los pasatiempos y los pensamientos distractores forman parte de los recursos de tiempo y esfuerzo empleados por las personas en duelo para mitigar el dolor que están sintiendo.
- Asimilación y superación. Superar no es olvidar, ni evadir ni mucho menos eliminar el dolor. Es asimilarlo, llevarlo dentro de ti y aprender a convivir con él en tu interior. La etapa final consiste en lograr salir adelante con esa herida, entendiendo que ahora es una parte consustancial de ti.
La comprensión de los procesos del duelo es clave para lograr entender lo que estamos pasando. Pero, a nivel tangible y concreto, ¿qué se puede hacer para afrontar el duelo inesperado?
- Apóyate en otros. Intercambiar opiniones, vivencias y emociones del duelo con otras personas que han pasado por la misma experiencia. Esos otros pueden ser amigos o grupos de apoyo específicamente orientados a este tema.
- Amistad, familia y ayuda profesional. Hablar con amigos, familiares y especialistas son tres formas distintas de desahogo y tres perspectivas complementarias para una efectiva superación del duelo.
- No descuides tu rutina. La superación implica seguir adelante, lo que a su vez significa hacer lo que hacíamos antes de la partida. No de golpe, sino poco a poco.
- Asistencia médica. El cuerpo somatiza el dolor psicológico. Cualquier signo de dolencia física (y psicológica) deben ser atendidos por un especialista de la salud.
En Funerarias Nueva Terra honramos nuestro sentido del deber cristiano, consolando y asistiendo a las familias en su duelo mediante distintos tipos de ayuda: desde la atención fraternal las 24 horas y la asistencia en el sepelio, hasta el soporte espiritual en el proceso de afrontamiento del duelo inesperado.